Su elocuencia le dio poder sobre el pueblo ateniense, sus arengas y discursos, si bien no tenían la belleza de los de Demóstenes (el más grande de los oradores griegos), destacaron por la energía y la espontaneidad de las ideas, ganándose el sobrenombre del "Olímpico". En su tiempo sobresalieron grandes filósofos, artistas y sabios. El embellecimiento de la ciudad no tuvo comparación. Para su época Atenas vivió una verdadera democracia en que todos los ciudadanos tenían los mismos derechos.
Del texto arriba mencionado podemos deducir que se refiere al denominado: