"y al cabo de tres días, muerto de hambre, de frío, de sed, con los pies sangrando, la ropa hecha jirones y los ojos llorosos, llegó a la puerta de su casita blanca con la que soñaba todas las noches al dormirse contra el camastro del presidio. En la alcoba, desfigurada por la fiebre, estaba su madre murmurando: