El nuevo tipo de sabio engendrado por la revolución científica ya no es el mago o el astrólogo poseedor de un saber privado y para iniciados, ni tampoco el profesor universitario que comenta e interpreta los textos del pasado, sino el científico que crea una nueva forma de saber público, controlable y progresivo; una forma de saber que, para resultar válida, necesita un control continuo que procede de la praxis, de la experiencia. De acuerdo con lo anterior, se puede inferir que una de las características del conocimiento científico es que