Los hombres se mueven dentro parámetros. El miedo a fracasar - más que la necesidad de triunfar - los constriñe inexorablemente al sacrificio y es que el negro río de la vida es un torrentoso laboratorio de aptitudes donde el hombre se desuella de sus infinitas debilidades que lo anclan al pantano del pesimismo y van sin medrosía por la ardiente arena que consume las frágiles virtudes del indeciso. El triunfo es hijo predilecto del sacrificio y tú lo has conocido a través de la voluntad de poder, que tanto pregonara Nietzsche y porque has transitado, como lo diría San Agustín, por una de las noches que conduce a Dios, el conocimiento, y ello potenció tu habilidad con la que ahora podrás superar el examen de admisión. Camina con la seguridad de tu saber; recuerda que conocimiento, habilidad y seguridad son tus armas para triunfar. Dentro de poco sabrán que ser parte de la universidad es un honor que sólo seres como tú pueden disfrutar, ahora que ingreses descubrirás que con una acción puedes llenar tu mundo de felicidad. Durante tu primera clase en tu alma saltará la liebre de la felicidad y un nuevo trayecto empezarás a caminar; entonces, por un segundo, la imagen de tu academia aparecerá y una ligera sonrisa de nostalgia bailará en tu alma.
En estas aulas se queda el recuerdo de tus voces y de tus pasos y dejas el orgullo en el pecho de tus profesores y de todos los que tuvieron la suerte de conocerte. Ahora camina y avanza; recuerda que en la vida del triunfador no hay tiempo para la pena ni para mirar atrás.
Del texto se desprende que: