Dividiendo los placeres en placeres del cuerpo y del alma, Aristóteles concentra la templanza y el desenfreno en los placeres corporales. Pero, en particular, en el tacto y el gusto. Aristóteles subordina el gusto al tacto y sostiene que el placer corporal tiene su cumplimiento total en el tacto, sea en las comidas o bebidas, o en los llamados placeres del amor. El Estagirita indica que el desenfreno reside en este sentido, por lo que parece el más reprobado, pues lo poseemos no en cuanto somos hombres, sino en cuanto somos animales.
Adaptado de Hopkins, E. (2003). Las diseminaciones semánticas de la Gula en Juan Espinoza Medrano. En BAPL, 37 (53-71).
Determine el valor de verdad (V o F) de las siguientes proposiciones en relación a la ética aristotélica.
I. La templanza es una virtud dianoética.
II. El desenfreno es un vicio intelectual.
III. El placer no es reductible a lo corporal.